martes, 5 de mayo de 2020

CONCURSO YO ME QUEDO EN CASA







Desde la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Munera, y en colaboración con la Biblioteca Municipal Cervantes se organizó este concurso de dibujos y relatos, con el objetivo de incentivar la creatividad de niños y jóvenes durante los largos días  de confinamiento. Se establecieron varias categorías, dependiendo de la edad, pudiendo participar en la modalidad de dibujo los niños y niñas hasta 2º de Primaria, y en la modalidad de relato a partir de 3º de Primaria y hasta 4º de ESO.




Una vez finalizado el plazo, y tras la deliberación del jurado, se dio a conocer el nombre de los ganadores el día 23 de abril, con el Día del Libro. Los premios, a cuyos destinatarios se les hará entrega en persona una vez finalizado el confinamiento, consistirán en un libro y/o material escolar. Además, a todos los participantes se les otorgará un pequeño obsequio y un diploma acreditativo de su participación.

Estos son los nombres de los galardonados de las distintas categorías:





Y a continuación, los dibujos y relatos galardonados.



DIBUJOS

Carmen Charco Moreno. 1º de Educación Infantil


Alexia Torres Castillo. 3º de Educación Infantil



Luis Leal Rozalén. 1º de Primaria




RELATOS


Categoría 3º y 4º de Primaria.

Samuel Esteso Martínez. 4º de Primaria.

El sábado 14 de marzo comenzó el estado de alarma (cuarentena) por el Covid-19 también llamado Coronavirus, mis padres igual que todos los ciudadanos solo pueden ir a comprar comida y cosas de primera necesidad. Las clases en casa tienen cosas buenas y cosas malas, una de las buenas es que mandan menos tares y la puedo hacer en pijama, una de las malas es que echo de menos a mis amigos. Aunque estés más tiempo con tu familia también se hace pesado no poder salir a la calle.

Pero no tenemos que preocuparnos porque podemos hacer otras cosas que también son muy divertidas, yo, por ejemplo, con mi instrumento musical toco el Himno de la alegría a las 20:00 desde el balcón de mi casa.

Me estoy haciendo un experto en ayudarle a mi madre  a hacer bizcochos.  Mi madre me ha nombrado su pinche oficial.

A la vez estoy un poco triste porque se ha suspendido mi comunión y echo de menos irme al campo y jugar con la arena y con la perra  de mi abuelo.

Es verdad que echo de menos jugar al fútbol y tengo que jugar en mi casa  pero en su lugar veo pelis y patino. Además para comunicarme hago videollamadas con mis amigos y también alguna vez hago un puzle.

Pero cada vez falta menos, porque… ¡Juntos venceremos a este virus y a muchos más!





 Categoría 5º y 6º de Primaria.

Lucía Esteso Retamosa. 6º de Primaria.


¡Hola! Me llamo Celeste, tengo siete años y un hermano mayor. Hoy es mi cumpleaños y llevo más de un mes esperando a que llegue este día, tengo las invitaciones hechas, mi mami encargó una tarta y había llamado a la bolera, porque cuando cumplí siete años me enfermé y no lo pudieron celebrar y por eso querían que fuera aún más especial que el resto de los años, pero, por culpa de un virus muy malo que hay ahora no lo podemos celebrar, mis papás me dicen que cuando acabe me lo celebrarán, pero yo no quiero salir. En la tele dicen que no salgamos a la calle, y en la tele siempre dicen la verdad, así que no voy a salir hasta que tenga la edad de mi mamá, aunque echo de menos a mis amigas, sobre todo a Noa, porque ella y yo antes, todos los viernes me iba a dormir a su casa, y ella todos los sábados se venía a la mía, quiero volver a verla. Mi mami es amiga de su mami y por eso hoy, después de aplaudir a las ocho haremos una videollamada para vernos. Después de la videollamada con Noa, mi hermano dice que me va a dar una sorpresa, como nunca él me dio una sorpresa antes, me he sorprendido mucho, aunque en realidad creo que el regalo es de mis papis.

Después de la videollamada, que para mi ha sido muy corta, mi hermano ha venido con una caja blanca con un lazo rozo, pero lo que me llama la atención es que estuviera llena de pequeños agujeros, cuando la abrí vi una bolita de pelo negra y  marrón. La saqué de la caja y vi a un precioso cachorro entero negro, menos sus patas que eran marrones y su hocico blanco. Le he llamado Denis.
Mi papá dice que ahora puedo salir a la calle, para pasearle, pero, ¿cómo lo voy a pasear? ¡No puedo hacerlo! Si Denis tuviera el virus yo me enfadaría mucho y cuando me enfado me pongo triste.

Hoy Carlos (mi hermano) y yo hemos estado haciendo los deberes de las clases online, él puede ver a sus amigos porque tiene un ordenador, pero yo los hago con el móvil de mamá así que no puedo verlas. Después de las clases hemos jugado a un juego que nos inventamos nosotros, le hemos llamado “disparavirus” y consiste en disparar unas bolas de papel mojadas en tinta a un cartón con forma de virus, quien le da en el centro lo mata y gana cien puntos. Después jugamos a las tres en raya y luego vimos un rato la tele, cuando mamá acabó de hacer la comida, nos hizo con un rotulador permanente, como todos los días un dibujo del virus y quien se lo consiguiese borrar a lo largo del día se gana 20 puntos. Los puntos los anotamos en una pizarra y quien más puntos consiga al final de la semana puede elegir algo para que cuando papá vaya a comprar nos lo compre. Yo he conseguido que apunten a Denis, y le damos 10 puntos cada vez que hace pipí en un periódico.

Mi hermano la semana pasada fue a tirar la basura, así que cuando volvió yo lo rocié con desinfectante, hay que estar prevenidos.

Hoy hemos estado dibujando arcoíris con la frase #Quédateencasa, mucha gente lo hace, mi mamá dice que los niños somos más pacientes que los adultos, pero yo creo que no es que seamos pacientes, sino que en vez de gritar o pelearnos para desahogarnos, hacemos un dibujo o lloramos, además los adultos hacen siempre la misma rutina, pero los niños no, nosotros hacemos deberes, un puzle, bailamos, contamos, dibujamos, nos disfrazamos, nos hacemos tatuajes, corremos, hacemos ejercicios, jugamos con nuestra mascota o con la wii.

¡No todos los días tienen que ser iguales!

Hecho por el ratón de biblioteca.



Categoría 3º y 4º de ESO

Víctor Ramírez López. 4º de ESO

Espero que la persona que esté leyendo esta historia viva en un futuro sin esa “cosa” de la que todo el mundo habla y que muchos  sufren. Si vienes buscando información acerca de la “cosa”, estás en el lugar erróneo. Esta historia probablemente sea una copia de las muchas que las personas del mundo están viviendo. Sinceramente, espero que esta historia tenga un final feliz, aún no sé si seré capaz de escribirlo.

Aquí, no nombraré en ningún momento a la cosa, solamente hablaré de las consecuencias que eso causó en mi vida. Pues bien, espero que disfrutes de la historia y que te haga reflexionar acerca de la situación que se vive a día de hoy. 

Por todos sitios hablaban de ello, y claro, el instituto no iba a ser la excepción. Algunos profesores decían que no era para tanto, otros, se alarmaban y se preparaban para lo peor (que razón llevaban y que poco caso les hicimos).  Mi nombre no será muy importante mencionarlo,  porque yo y mi vida no habían sido nunca muy interesantes.

Pues bien, como iba diciendo, al principio todo era un juego. Todos nos reíamos de que en otros países estuvieran tan alarmados por una enfermedad tan insignificante; no sería hasta aquel día en el que  este “espléndido país”   y todos sus habitantes nos diéramos cuenta de que nos esperaban malos tiempos.

Después de escuchar la noticia la alegría reinó en mí. No me podría haber sucedido algo mejor. Nada de instituto, nada de exámenes, nada de tener que salir a comprar el pan…¡solo tenía que quedarme quince días encerrado en casa sin hacer nada! Pensándolo bien, todo  no era ideal. Había estado semanas preparándome para un examen que decidiría si aprobaba o suspendía, y el saber que no podría hacerlo me hizo darme cuenta de que podía dar por perdida esa asignatura… En fin tenía todo el tiempo del mundo para estudiar, así que no dudé en que a la vuelta de este parón haríamos el examen y aquí paz y después gloria. 

Al día siguiente me levanté con ganas de comerme el mundo a la temprana hora de las seis y media de la mañana ¿acaso me había vuelto loco? Yo nunca había madrugado a no ser que tuviera una razón de peso… mi subconsciente me quería decir algo, pero en ese momento no me di ni cuenta. Pues bien, aquel día fue de lo más divertido por así decirlo. Me tiré viendo la tele unas nueve o diez horas haciendo los parones pertinentes ya me entendéis. Por alguna razón, nada me importaba y estaba deseando que llegara un nuevo día para volver a hacer lo mismo.

Si, ese día llegó y volvió a sucederme lo mismo. Se lo comenté a mi madre, y no pudo decirme otra cosa de que los nervios por la situación por la “cosa” no le dejaban dormir. Hice oídos sordos y pasé los siguientes cuatro días de la misma forma. Simplemente, comía, dormía, veía la tele… Una rutina bastante absurda ahora que me doy cuenta de que esos 6 días los podría haber aprovechado de una manera mucho más funcional que esa.

Y llegó el séptimo día. Este prometía desde el principio en ser un día un poco diferente. Los profesores ya estaban tardando mucho en mandarnos deberes y fiel a mis temores, ese día no hice otra cosa que hacer más y más deberes, como cualquier estudiante en mi misma situación, supongo. A esas personas se les había ido un poco la olla al pensar que solo nos dedicaríamos a hacer ejercicios, y efectivamente así sigo a día de hoy; a mayor o menor medida pero así sigo…

En el octavo día ya empecé a notar como el confinamiento se me haría cuesta arriba. Ese día dejé de madrugar, pues había tenido un sueño que por más horrible que fue, más tiempo me tuvo enganchado a la cama sin poder hacer nada para evitarlo.  Si, en aquel sueño, veía morir a mi abuela y a mi abuelo por ese bicho que tanto mal estaba haciendo a la humanidad. Ahí empezó a cambiar la situación. 

Aquel día creo que los llamé unas siete u ocho veces para comprobar que estaban bien.  Y lo peor no fue eso, fue la regañina que me echó mi madre por haberlos llamado tantas veces a ambos. Y es que hacer 16 llamadas de quince minutos tanto a mis abuelos paternos como a mis abuelos maternos, en tan solo un día hizo que subiera bastante mi factura telefónica. Aquel día, no podía hacer otra cosa que llorar cada vez que me decían adiós, porque dentro de mí pensaba que sería la última vez. Yo le echo la culpa al dichoso telediario, todo el día hablando de muertes y más muertes por la “cosa”.